Excursión dadaísta a la iglesia de Saint-Julien-le-Pauvre |
dadaísmo se definía como la negación del arte y la cultura de la Primera Guerra Mundial, el punk hizo lo mismo en oposición a la cultura de la década de los setenta, comenzando como un fenómeno musical que finalmente abarcaría todas las artes. Un grupo de dadaístas convocó un encuentro frente a la iglesia de Saint-Julien-le-Pauvre con el reclamo de actividades culturales y regalos para los asistentes que luego resultó ser mentira y, en su lugar, no se hizo nada, resultando de ello que el objetivo de la intervención fuese simplemente la acción colectiva de caminar hasta la iglesia.
Kafé Volter, Barcelona |
eran temas que teníamos para divertirnos, versiones deformadas, una especie de punk jam con concepto de jazz improvisado aplicado al rudimento más básico y simple del mundo donde Ángel convertía al suajili cualquier letra de la versión que estábamos haciendo o simplemente bramaba o se dedicaba a hacer gorgojos (Llansamà, 2011: 50)
Con respecto al situacionismo, tenía en común la denuncia de la alienación que conlleva el trabajo asalariado y su posicionamiento en contra de toda autoridad que limitara la expresión de los deseos y de la espontaneidad más primitiva del ser humano. Igualmente, ambos movimientos lucharon contra el arte hegemónico de la burguesía y su forma de mercantilizar la creatividad e idolatrar a los artistas más encumbrados. Cada uno a su forma y estilo, punk y situacionismo trataron de incordiar y escandalizar a las clases dominantes y sabotear sus estructuras de poder. Según analizó Sadie Plant,
al socavar la sobreproducción monopolística de «superestrellas» por parte de la industria de la música, el punk generaba la seguridad de que cualquiera puede crear música, del mismo modo que el dadaísmo había insistido en que todo el mundo puede ser poeta o artista. Informado por la crítica situacionista del sistema de famosos, el punk engendró una generación de grupos musicales pequeños, estudios de grabación pequeños y discográficas independientes (Plant, 2008: 227)
Frenopaticss |
en aquella época lo que queríamos era ser fieros, pero de algún modo había un componente humorístico en nuestros actos bastante interesante. Por ejemplo, un día estábamos descansando en nuestro hogar, Barcelona, y llegamos unos cuarenta punks a la plaza del Pi, donde había una farmacia que hacía esquina y tenía dos puertas. Recuerdo que a modo de juego provocativo nos dio por entrar a los cuarenta en fila india por una puerta y salir por la otra. Era una farmacia muy frecuentada y siempre estaba a tope. La gente no entendía nada. O nos plantarnos en el Corte Inglés también en fila y a un cierto paso militar no muy rápido, pegarnos un paseo por diferentes secciones y quitarles los bikinis a las maniquíes (Llansamà, 2011: 50-51)
En este fragmento pueden verse dos de las ideas centrales que recoge Francesco Careri en su obra Walkscapes. El caminar como experiencia u objeto estético y el errabundeo como práctica heredada del Homo Ludens descendiente de Abel. Es significativo que, en ambas intervenciones, la de la farmacia y la de El Corte Inglés, lo central sea el andar. Objetivamente, los punks participantes no infligieron ningún daño a las personas ni a la propiedad; sin embargo, los dos paseos rompieron los códigos simbólicos de lo socialmente aceptado, igual que hizo el artista Tony Smith cuando condujo por la autovía de Nueva York, sin luces ni señales y aún en construcción. Probablemente, ese viaje a lo largo de una autovía frecuentada por más coches y en condiciones normales no habría sido tan reveladora para el artista; del mismo modo, si los punks hubieran entrado en tromba en una sala de conciertos de su ambiente, no habría conformado una anécdota destacable varias décadas después. Lo importante de ambas experiencias es la sensación de estar rompiendo barreras invisibles, de estar quebrantando la semántica del espacio.
La farmacia y El Corte Inglés (aunque muy sobre todo El Corte Inglés) son lugares de almacenamiento y venta al público; de consumo, en definitiva, no de paseo. Ambos son símbolos de la alienación de la clase trabajadora: El Corte Inglés es el espacio en el que los trabajadores gastan sus salarios y materializan el gusto por las diversas marcas, es decir, el fetichismo por la mercancía; la farmacia, en cambio, es la tienda más recurrida en la época para los inadaptados sistemáticos que produce el capitalismo. En ellas compraban las anfetaminas sin receta que les aseguraban un ocio destructivo o, en muchos otros casos, medicación recetada (antidepresivos, somníferos, etc.) a aquellas personas que dejan de ser funcionales para vivir en el sistema. Los punks se negaron y despreciaron el trabajo, lo que les convierte en descendientes directos de la estirpe maldita de Abel, y esa encarnación del papel del Homo Ludens defendido por los situacionistas les arrojó a una vida a la deriva, frenética e inestable. Su vida era el juego: jugaban a montar grupos, a hacer música, a alborotar los barrios y el centro de Barcelona y a hacerse oír en un espacio hostil. Las dos performances poseen un destacable factor humorístico, irónico (por la marcha militar, por ejemplo), lúdico y disruptivo, que pretendía reclamar un espacio que se les negaba por estar dedicado exclusivamente al consumo cuando no tenían dinero para participar en dicho espectáculo.
Bibliografía
• Careri, Francesco (2009). Walkscapes. El andar como práctica estética. Barcelona: Editorial Gustavo Gili.
• Llansamà, Jordi (2011). Harto de todo. Barcelona: BCore Disc.
• Plant, Sadie (2008). El gesto más radical. La internacional situacionista en una época postmoderna. Madrid: Errata naturae.